Podemos destruir lo que hemos escrito, pero no podemos borrarlo.
El lector debe prepararse para asistir a las más siniestras escenas.

lunes, 28 de mayo de 2012

Una persona más, una muerte más

No tenía nada que perder, ya no le quedaba nada. Vivía rodeado de multitud pero estaba solo. Según Salik, era eso lo que la vida quería para él y no sus propias decisiones las que lo habían llevado hasta allí.

Hasta entonces nadie se había fijado en él sin embargo, ahora iba andando por el parque con un grupo de adolescentes que había conocido hace una hora y que le invitaban a divertirse. Salik pensó que aunque todo acabase mal, mañana saldría el sol y volvería a levantarse de su cama. Pero quizás se equivocaba.

Decidió tomar la botella que aquel tipo, del que no sabía ni el nombre, le ofrecía. La agarró con fuerza afianzándose así en sus ideas. Dio un pequeño trago y no le gustó, aun así volvió a beber; está vez dio un largo y placentero trago. Se lo estaba pasando en grande y no supo decir que no a un poco de coca que le ofrecían. Pensó que había encontrado su lugar en el mundo.

Salik perdió el control de su vida en el mismo momento en que dio el primer trago. Sin darse cuenta estaba cavando su propia tumba.

Poco a poco el alcohol fue haciendo acto de presencia y tras largas horas de fiesta, ahora estaba agotado y vomitando. Salik pensó que se le pasaría al día siguiente y para no encontrarse peor decidió que lo mejor era beber otro poco.

Estaba amaneciendo y a lo lejos ya se oía el ruido de una ambulancia y los gritos de unos padres que no imaginaban por lo que había pasado su hijo los últimos años. Salik yacía pálido en el suelo y estaba frío, muy frío. 

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