Podemos destruir lo que hemos escrito, pero no podemos borrarlo.
El lector debe prepararse para asistir a las más siniestras escenas.

domingo, 30 de septiembre de 2012

El sentido de la vida

Los días pasan, uno tras otro, y a veces no sabes que hacer. Parecen todos iguales: aburridos, grises y tristes, muy tristes. Cada segundo parece un minuto, cada minuto una hora, cada hora un día y cada día una vida entera. Una vida sin sentido. A veces te hace sonreír algún pequeño detalle, pero solo dura un instante. De repente, un día, conoces a alguien que podría alegrarte las horas con unas cuantas palabras, pero descubres que por unas razones u otras pronto se va de tu lado. No tienes ganas de avanzar, de recorrer el camino, porque nada te espera al final. Pero aquí sigues, esperando, preguntándote por qué no lo has hecho ya, por qué no has acabado con todo esto y te has dejado caer. Piensas que es porque crees en un futuro feliz, pero pronto esa idea se esfuma. Entonces mi pregunta es: ¿por qué sigues aquí? La verdadera razón de tu presencia, eso que ni tu sabes, pero que esta presente porque si no solo serías huesos bajo tierra y piedra tallada.
La verdadera razón es que tienes miedo. Miedo de caer y que no pase lo que esperas, miedo de caer y arrepentirte, miedo de caer y pensar que mañana podría haber sido el primer día de una nueva vida. Y por ese miedo a morir sigues viviendo. Es curioso que lo que te mantiene con vida sea lo que se la quita a otros. Otros que mueren por miedo a vivir, mientras tú vives por miedo a morir.
La vida sigue pasando y cada día haces la misma reflexión sin obtener respuestas diferentes, pero cada día te repites que mañana harás una reflexión más a fondo y tomarás una decisión definitiva que cambie el rumbo de tu vida. Pero, como imaginabas, no la haces tan a fondo y vuelves a lo mismo de siempre. Al final, sin quererlo, se convierte en una rutina.
Y ahora sentado en tu sillón, con una bola de pelo por gato y la televisión tan alta que los vecinos protestan, te das cuenta de lo que querías. Querías no tener esa reflexión por rutina y al final se impuso. Pero los últimos días de tu vida deseas lo mismo que los primeros: que todo se acabe pronto. Y en ese preciso instante, te das cuenta de que pocas cosas han cambiado.
Te sumes en un sueño eterno sin saber para que has vivido.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Especialista en ser especial

Era noche cerrada cuando Eloy se adentró en un callejón oscuro siguiendo la sombra de una muchacha. Hacía días que Eloy la seguía, por suerte ella no se había percatado. Era la chica más hermosa que el había visto nunca, tenía unos preciosos ojos verdes que contrastaban con su pelo negro como el carbón. Siempre pensaba en presentarse o decirle algo, pero si la abordaba por la calle lo más problable es que saliera corriendo. Eloy no tenía malas intenciones, era un chico sensato y prudente; lo que le distinguía de los demás era el secreto que Eloy mejor guardaba.
Hará cinco años Eloy tuvo un gran accidente de coche en el que murieron sus padres, desde entonces cada vez que toca a alguien puede oír lo que esa persona está pensando aunque este a kilómetros de distancia. Por eso Eloy se mantenía alejado de la gente y no tenía amigos, pero esa chica lo había vuelto loco y hacía días que no dormía una noche del tirón. Todos los días la seguía camino de su casa con la esperanza de que sucediera algo que ni él sabía lo que era. Sabía que cualquier relación con una chica no tenía futuro, pues si puede parecer una ventaja saber lo que piensa la gente, Eloy se había hartado de no poder tener una conversación en que no supiera que iba a decir la otra persona. Como resultado llevaba casi dos meses siguiendo a una chica de la que no sabía ni su nombre. Todo esto resultaba muy frustrante para Eloy, pero el albergaba la esperanza de que algún día ella se giraría y se enamoraría de él.
Al día siguiente la chica no apareció, pero Eloy no le dio importancia. Pero tampoco apareció al siguiente, ni al siguiente y Eloy pensó que igual había descubierto que la seguía y había cambiado la ruta. Pero al cabo de una semana volvió a verla por el mismo camino y no parecía que hubiese descubierto nada, así que Eloy no le dio importancia y pensó que se habría puesto enferma.
Un día Eloy compró un ramo de flores y pensó en dejárselo en la puerta de su casa después de seguirla, pero cuando estaba llegando a la puerta ella se giró y le sonrió. Eloy no sabía que hacer, así que le tendió el ramo de flores y para su sorpresa ella lo cogió y le dio un beso en la mejilla. Cuando ella se disponía a entrar en su casa Eloy se armó de valor para hablarle.
-Gracias -dijo Eloy tímidamente.
-A ti -contestó la chica -por haberme protegido todo este tiempo acompañándome hasta casa.
Eloy se sonrojó, pero siguió hablando.
-Es todo un placer, a cambio podrías decirme tu nombre.
-Me llamo Lara y tú eres...
-Eloy, soy Eloy -contestó con voz firme.
-Bueno, pues encantada de conocerte Eloy. Espero que mañana me vuelvas a acompañar -dijo Lara sonriente.
-Será un placer, hasta mañana.
Eloy se dio la vuelta y se fue a su casa. Esa noche cayó en los brazos de Morfeo durante muchas horas.
Todos los días entablaban conversación y tras varios días se hicieron amigos, pero todo cambio el día en que el destino quiso que Eloy rozara la mano de Lara.
Eloy se paró en seco, se quedó blanco y se habría caído al suelo de no ser porque Lara lo sujetó. Lara no sabía lo que había pasado y le insistió en llevarlo al médico, pero Eloy no quiso y no hubo manera de convencerlo. Pero Lara seguía preocupada y le juró que si no le contaba que había pasado y el porqué no quería ir al médico lo llevaría al hospital de inmediato. Lara insistió e insistió y al final Eloy tuvo que desvelarle su secreto. Al principio Lara se enfadó pues pensaba que era una broma de mal gusto, pero al ver el semblante de Eloy se le pasó el enojo; lo que no pudo borrar de su cara fue el asombro. Eloy le fue diciendo lo que estaba pensando en cada momento hasta que Lara se creyó todo, pero no fue fácil pues Lara no quería creérselo y estuvieron así una hora. Para sorpresa de Eloy, al día siguiente, Lara no se molestó de que la siguiera acompañando sino que se interesó por el, según ella, don de Eloy. Así fue como cada vez fueron congeniando más y más. Eloy no daba crédito a todo aquello y eso que no sabía lo que le esperaba. El destino le tenía otra sorpresa guardada.
Un día quedaron para ir al cine y después fueron a cenar, al final de la velada Eloy la acompaño hasta su casa y antes de meterse en ella Lara le regaló un beso, que esta vez no fue en la mejilla. Eloy se quedó anonadado, pero tras asimilarlo se fijó en que Lara se había metido en casa así que emprendió el camio a la suya. Cuando estaba en un dulce duermevela , se dio cuenta que desde el beso no oía los pensamientos de Lara, se dio cuenta de que por primera vez era feliz. Feliz porque ahora sabría lo que era una conversación normal, pero también porque sabía que era especial e inigualable.
Porque a veces no nos damos cuenta de que por el hecho de haber nacido ya tenemos suerte y somos especiales, y queremos ocultar lo especiales que somos haciendo y diciendo lo mismo que los demás por temor a lo que digan.
La gente que te quiere no te hará ocultar lo valioso y especial que eres.