Podemos destruir lo que hemos escrito, pero no podemos borrarlo.
El lector debe prepararse para asistir a las más siniestras escenas.

sábado, 19 de enero de 2013

Una de zombies (I)

Llego a casa cansado del insituto, tiro la mochila al rincón de siempre y miro el móvil: ninguna novedad. Con la rutina bien aprendida como y seguidamente enciendo el ordenador. En lo que le cuesta ponerse en marcha mis padres se van a trabajar y la casa queda bajo mi protección. Cuando el ordenador parece dispuesto a obedecerme miro las redes sociales y como casi siempre: ninguna novedad. La radio parece prometer un rato agradable, así que pulso el botón en el que pone ON y la música inunda la casa. Podría estar escuchándola durante horas, pero los libros luchan por salir de la mochila. Con pesar apago la radio y me sumergo en otras épocas, en la cabeza de escritores y pensadores... Cuando mi cabeza grita que va a explotar y esparcir sus sesos por doquier es la hora de parar. Vuelvo a mirar las redes sociales: ninguna novedad. Dejo que la música vuelva a inundar todo y cierro los ojos. En el fondo de todo el ruido me parece oir un sonido extraño pero no le doy importancia hasta que se vuelve a repetir. Me levanto con intención de descubrir de donde proviene el extraño sonido y no tardo mucho en averiguarlo. Al girarme la sopresa a causa de lo que estoy viendo me puede y ,en vez de gritar, de mi boca solo sale un leve susurro: es un zombie. Instintivamente echo el cuerpo a tierra y me meto debajo de la mesa con la silla separándome del zombie. Solo tengo unos segundos para pensar, así que al ver en la papelera que hay junto a mí un bolígrafo lo cojo y, sin saber muy bien lo que hago, se lo clavo al zombie en la pierna. No parece que le afecte mucho, pero sí lo suficiente como para que me de tiempo a escapar de su vista y llegar hasta la cocina. No dispongo de mucho tiempo, así que cojo lo primero que veo: un par de cuchillos, un paquete de tabaco, un trapo y una botella de whisky. Lo primero que se me pasa por la cabeza es pegarle un buen trago a la botella y acuchillar al zombie otra vez, pero al abrir el paquete de tabaco y ver un mechero se me ocurre una idea. Quizás he visto demasiadas películas de acción pero no es momento para pensar en eso. Oigo como los gruñidos se hacen más fuertes, señal de que se está acercando. Sé que es el momento: 3, 2, 1 ... Una explosión y un fogonazo confirman la eficacia del cóctel molotov, ahora solo falta saber si ha cumplido su objetivo. Con la adrenalina por las nubes me asomo y una sensación enorme de alivio me invade al ver que el zombie yace en el suelo sin moverse. No se qué está pasando ni de dónde ha salido. Tampoco si hay más. Por si acaso decido ir al trastero a proveerme de armas.