Podemos destruir lo que hemos escrito, pero no podemos borrarlo.
El lector debe prepararse para asistir a las más siniestras escenas.

miércoles, 9 de mayo de 2012

El árbol de la fortuna

En los tiempos que corren las cosas son difíciles y para el gobernador Daren no iban a ser menos. Cada día Etrea, su pueblo, le exigía más dinero pues querían tener una mejor vida; pero Daren no tenía dinero ya que lo perdió todo en sus inversiones en la guerra. Daren cansado y malhumorado por no encontrar solución a su problema económico decidió pedir consejo a Sidi, el gobernador del pueblo vecino, Djibouti.

Tras un largo viaje Daren llegó Djibouti, concretamente a casa del gobernador Sidi. Éste decidió enseñarle las maravillas de su pueblo. Daren quedó asombrado ya no solo por por la prosperidad económica sino por la felicidad de sus habitantes, algo que él no había conseguido nunca.

Daren maravillado por el esplendor del pueblo le preguntó a Sidi como lo había conseguido. Éste le contestó que tenía unos árboles que daban frutos mágicos. Daren atraído por la codicia pensó en pedirle un fruto del maravilloso árbol, pero al cabo del rato decidió que era mejor pedirle un árbol. Sidi generosamente se lo dio, pero para Daren no fue suficiente, así que su avaricia le empujo a pedirle otro árbol. Sidi se lo dio pero Daren no estaba conforme y le pidió los cinco árboles que tenía. Sidi se los entregó con una cara de preocupación y le explicó que debía tener mucho cuidado pues los frutos podían ser peligrosos. Si se comía un fruto vería la prosperidad de su pueblo y su fortuna crecer como la espuma. Pero solo se podía comer un fruto en toda su vida pues si se comía más de uno el efecto era el contrario.

Daren no se fió de todo lo que Sidi le dijo, pues pensó que Sidi no era tan generoso como para darle los árboles sin pedirle nada a cambio. Así pues se comió un fruto y empezó a ver el crecimiento de su pueblo. Quedó anonadado y pensó que si con uno había conseguido todo eso con dos su poder sería inalcanzable. Bajo las protestas de Sidi se comió el segundo fruto y vio como su pueblo empezó a decaer con sequías y guerras. La población desapareció y él quedo solo y desolado.

Sidi viendo el desastre decidió llevarse los árboles a Djibouti y no regalarlos nunca más.

 Cuento de referencia: Historia de Abdula, el mendigo ciego.

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