Podemos destruir lo que hemos escrito, pero no podemos borrarlo.
El lector debe prepararse para asistir a las más siniestras escenas.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Desaparecidos

Era un día soleado de primavera, con flores muy vistosas en los parques y los pájaros cantando. Nacho estaba sentado en una silla de la cocina. Todas las mañanas, le gustaba leer el periódico mientras terminaba su desayuno. Según el día, le interesaban unas noticias u otras, pero lo que siempre miraba era la sección reservada a las personas desaparecidas. Le parecía curioso como nadie podía haber visto a esas personas, pero sobre todo sentía una gran tristeza por esas personas y sus familiares. Podía haberles pasado miles de cosas -secuestros, fugas- pero nadie lo sabía. Se preguntaba cuando dejarían de buscar si no aparecían o lo que es peor que sentían al encontrarlos muertos. Todo esto pasaba por su cabeza en un segundo.

Fue mirando las fotos y los nombres y de repente ¡ahí estaba él! No se lo podía creer, era su cara, pero en el pie de foto ponía Luis Rodríguez. Algo muy extraño estaba pasando.

Las manos le empezaron a sudar, la magdalena se le atragantó y todo lo que creía haber sabido se esfumó de un plumazo. Muchas ideas pasaban por su cabeza en muy poco tiempo, pero debía hacer algo rápido. Decidió ir a una comisaría cercana. Estaba muy nervioso y no le salían las palabras; al cabo de un cuarto de hora y de no sacar nada en claro el policía Carrasco le dijo que ellos no podían hacer nada si se trataba de fallos del periódico. Así pues, Nacho se dirigió a la editorial del periódico. Necesitaba solucionar aquel problema cuanto antes. Pero no se podía imaginar lo que le quedaba por vivir.

Nada más entrar en la editorial se dirigió a la primera persona que vio. Su boca era un torrente de palabras y el mismo se sorprendió. La chica que le escuchaba lo llevó hasta el despacho de la directora del periódico. Nacho, cansado del largo día, sólo quería una solución y ella se la dio. Tras contarle toda la historia Rebeca, la directora, le dijo que lo único que podía hacer era darle la dirección de la persona que había puesto la foto en el periódico. Así, Nacho se dirigió a la dirección y allí encontró la solución o el problema que condicionaría su vida.

Tenía un hermano gemelo del que fue separado al nacer y tras veintidós años se enteraba de aquello. Nacho nos se lo pensó dos veces y juró que encontraría a su hermano.

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