Podemos destruir lo que hemos escrito, pero no podemos borrarlo.
El lector debe prepararse para asistir a las más siniestras escenas.

sábado, 11 de mayo de 2013

Su vida, su perdición

Los gritos se suceden, ya no le quedan lágrimas con las que mojar la almohada, esa almohada con la que tantas veces intentaba taparse los oídos. La gente hubiera dicho que era feliz, pero nada se alejaba más de la realidad. Era un infeliz lleno de sueños rotos que compartía su vida con la agonía. Poco a poco la agonía aumentaba hasta llegar a un punto donde las alturas eran peligrosas para él, había momentos en que morir  le parecía la opción menos dolorosa. Tantas veces se imaginó sonriente y alegre, canturreando una canción de la que solo recordaba el estribillo, en cambio, la agonía ocupaba toda su mente y todo su corazón. Soñaba con volar de su casa e irse al fin del mundo, donde podría empezar de nuevo, pero sabía que el recuerdo y la agonía siempre estarían ahí. Se miraba con asco al espejo, pensando que él debía solucionar el problema, que era su misión en la vida, y que si no podía arreglarlo no merecía vivir. Ya no había día en que no maldijese su existencia. Así que se limitaba a parecer feliz en vez de serlo. Cada segundo que vivía por fuera moría por dentro. Los que le dieron la vida, lo mataban lentamente.