Podemos destruir lo que hemos escrito, pero no podemos borrarlo.
El lector debe prepararse para asistir a las más siniestras escenas.

miércoles, 27 de junio de 2012


Mi corazón se para poco a poco, en mi cabeza retumba tu nombre, mis labios están fríos como el hielo y yo estoy encerrada en una prisión con barrotes hechos de dolor y sufrimiento. Soy presa de tu persona y víctima de mi amor. En mi cabeza gritan tu nombre.

Desde que te fuiste está todo tan vacío que soy presa del dolor y no tengo fuerzas ni para un suspiro. La llama perdura, pero la leña que prende cada vez es menor. Cuando consigo dormir, me despierto gritando, intentando que los gritos de tu nombre en mi cabeza cesen para siempre. Pero dejaste una marca imborrable que soy yo quien la sufre y tú el que te fuiste sin decir adiós. Me ahogo en mis lágrimas, a las que nada detiene. Llegaste como una cura para mi soledad, pero te vas como una enfermedad incurable. En mi cabeza gritan tu nombre.

Las hojas del árbol se secan y caen poco a poco, pues ya no hay nadie que las proteja del viento. Soy como una niña indefensa cuando descubre que todo en lo que había creído era fruto de engaños y mentiras. Mi corazón deja de latir sabiendo que fuiste tú su perdición y que jamás volverá a sentir amor. Las sábanas aún huelen a ti, recuerdo de las noches de pasión desenfrenada... En mi cabeza gritan tu nombre.

El amor es ciego, pero nunca creí que tanto como para no darse cuenta de que eras un lobo con piel de cordero. En mi cabeza gritan tu nombre.

sábado, 23 de junio de 2012

Mentiras

Siente como la impotencia se apodera de ti, como sus garras te atrapan y de nada sirve gritar. Te preguntas a cada instante si de verdad no puedes hacer nada, si esto es el destino; porque sabes como va a acabar esta historia. Cada segundo es una horrible tortura, de nada sirve lamentarse, pero aun así se forma un charco de lágrimas alrededor de ti. Te preguntas mil veces donde estuvo el error, el primer paso en falso, el motivo que desencadenó semejante tortura. No puedes quedarte mirando, de pie, sin hacer nada. Pero sabes que si das un solo paso hacia delante empeoraras las cosas, te castigarán y luego te matarán. Y no le puedes hacer eso a tu familia. Así pues, decides llorar en silencio y aceptar el horrible destino, para qué empeorarlo piensas. Y tu gran amigo muere delante de ti, con sus ojos clavados en los tuyos, suplicando clemencia.


Deberías sentirte tranquilo, no podías hacer nada, pero en tu cabeza una sensación de culpabilidad va comiendo poco a poco tu esperanza. Crees que con el tiempo lo olvidarás, pero en el fondo sabes que no, que todo lo que quieres creer es inútil, porque siempre se puede hacer algo. En todo problema hay dos soluciones, no son correctas ni incorrectas, son la verdad o la mentira hacia ti mismo. Mírate al espejo y dime que ahora mismo no te estas engañando, diciendo que mañana el problema estará resuelto sin tú haber hecho nada. Miénteme a mi, pero sobre todo miéntete a ti. Yo solo intento ayudarte, a mi no me haces daño con tus mentiras, te lo haces a ti. Quizá este horrible destino este hecho de mentiras.

jueves, 21 de junio de 2012

Ángeles

Zakia cerró la puerta de su habitación, apagó la luz y se arropó con su sábana de ángeles. Era muy pronto, pero Zakia estaba harta de escuchar las estupideces de la gente y había decidido soñar en su mundo.


Pensó en si toda la crueldad que el mundo le había mostrado era justificada. Durante años había estado ayudando a muchas personas enfermas desinteresadamente, sabiendo que era la mejor en lo suyo y podía cobrar muchísimo. Zakia no buscaba el dinero, sino ser feliz a través de la felicidad de los demás. Pero ahora todo estaba negro. Sus padres habían muerto, hace dos meses, en un accidente de tráfico; su hermano Lían sufría una enfermedad rara sin cura conocida y para colmo Axel, su mejor amigo y único apoyo, se había ido a África.


La gente que tenía a su alrededor la animaba a sonreír y le decían que fuera valiente y que todos pasaban por momentos difíciles alguna vez. Zakia se cansaba de oír todos los días lo mismo, sabiendo que nada que le dijeran la haría estar mejor. Intentaba aferrarse a cualquier alegría para poder sonreír, pero pronto se esfumaba su felicidad.


Al día siguiente, se levantó con su tristeza habitual, pero algo la hizo cambiar. Por la mañana, apareció en su consulta un chaval de siete años con su hermano pequeño sujeto de la mano. Jairo, así se llamaba el mayor de los dos, estaba ensangrentado y lleno de cortes. Zakia le preguntó que le había pasado y el contestó con una inocente sonrisa. Zakia no comprendía nada.


Tras un rato, que pasó curando a Jairo, éste le empezó a contar que había pasado. Al parecer, el padre de los niños era un alcohólico depresivo que pagaba las penas con sus hijos. Jairo había protegido a su hermano y juntos habían huido de esa bestia. Ahora no tenían ni un hogar, ni comida, ni ropa limpia.

Zakia los llevó a su casa, les contó un cuento y los acostó. Se quedó un rato mirándolos y se dio cuenta de que unos niños no se merecían aquellas desgracias -quizá ella tampoco, pero los niños menos todavía- y decidió sonreír a la vida aun siendo infeliz.

Nunca planeó nada de esto, pero sus principios no le permitían abandonar a esos dos ángeles. Por ello, decidió adoptarlos y cambiar su filosofía de vida. Al final, se dio cuenta de que si sonreía los problemas se desvanecían y la gente dejaba de acosarla continuamente.

Tras largos años de arduo trabajo, con el ya mayor Jairo, descubrieron la cura para la enfermedad de Lían y todos sonreían felices en la foto, que ahora cubría el polvo, en la casa abandonada de Axel.

miércoles, 6 de junio de 2012

Avancemos no retrocedamos

Existió una vez un hombre que no quería avanzar porque tenía miedo del progreso.
Existió una vez un hombre al que le daba miedo el futuro y su incertidumbre.
Existió una vez un hombre que vivía solo del pasado, no disfrutaba del presente ni miraba al futuro.
Existió una vez un hombre que prefería sufrir con los recuerdos a vivir con los sueños por cumplir.
Existió una vez un hombre al que ya nada podía saciar, pues nada le devolvería aquello que más quería.
Existió una vez un hombre al que nadie entendía, pero que era tan loco que estaba en lo cierto.
Existió una vez un hombre que le dio la espalda al progreso por las barbaries cometidas en el pasado.
Existió una vez un hombre que se dio cuenta de que no se podía construir del tejado a los cimientos.
Existió una vez un hombre que murió ahogado en sus penas al saber que el mundo se dirigía a su fin.
Existió una vez un hombre que vio el exterminio del mundo cuando la raza humana cometió otro crimen contra ella misma.
Existió una vez un hombre que se cansó de mirar como la gente veía tele-basura en vez de salvar todos esos libros que ahora quemaban para hacer una hoguera en la que beber.
Existió una vez un hombre, sólo uno, pues los demás eran victima de su estupidez.