Podemos destruir lo que hemos escrito, pero no podemos borrarlo.
El lector debe prepararse para asistir a las más siniestras escenas.

martes, 13 de noviembre de 2012

Una ducha en invierno

La vida es como darse una ducha en invierno.
Al principio no quieres ducharte, sabes que cuando te desvistas te helarás de frío y empezaras a tiritar. Pero sabes que es algo que debes hacer por tu propio bien y por eso te armas de valor y rápidamente te metes en la ducha y abres el agua caliente. Una profunda sensación de calor y de relajación te invade por dentro, piensas que no han merecido la pena las quejas anteriores pues ahora estas de maravilla. Terminas de  ducharte pero sigues un rato con el agua caliente abierta, porque la sensación que tienes en ese momento es inigualable. Al poco rato, ya sea por que te sacan de tu mundo los gritos de tus padres o porque crees que va siendo hora de salir de la ducha, te vuelves a armar de valor y lentamente cierras el agua caliente y sales del agua. Sientes que te vas a congelar y vuelves a tiritar, querrías meterte otra vez en la ducha pero sabes que no puedes, algo más importante espera fuera. Te pones a hacer cosas y rápidamente olvidas la sensación horrible vivida momentos antes.
Si estiramos esta ducha un poco, es fácil observar que en la vida los momentos buenos y malos se suceden, pero que al final por unas causas u otras, la mayoría, los acabamos olvidando.
Eso sí, a la vida jamás podremos dejar de llamarle vida, porque es algo único y especial mientras que ducharse es un simple acto cotidiano.

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