Podemos destruir lo que hemos escrito, pero no podemos borrarlo.
El lector debe prepararse para asistir a las más siniestras escenas.

domingo, 9 de diciembre de 2012

El mundo en el que vivimos

Te sientes solo aun estando rodeado de gente. Miras a un lado y ves que dos chicas cuchichean y se ríen, miras al otro y ves a dos chicos discutiendo. ¿Qué haces ahí? No sabes como has acabado en esa situación, supones que en un intento de buscar amigos terminaste con una panda de borregos que no miran más que a su propio ombligo. Escuchas como se burlan de la gente y ves como se pegan por demostrar quien ha bebido más. Podrías irte y seguramente no se percatarían, pero no tienes nada mejor que hacer y te quedas a ver lo estúpida que puede llegar a ser la gente. Viene otra chica y sin saludar se sienta. Justo cuando nace en ti la epseranza de iniciar una conversación saca su móvil de última generación, con Internet por supuesto, y tú te acuerdas de Einstein. Es curioso ver como los que más presumen de móvil son los que menos se lo merecen. Lo peor de todo es que te das cuenta de que parte de esas estupideces están provocadas y consentidas por sus padres, aquellos que tanto se quejan de ellas. Padres que en cuanto surge la oportunidad afirmán con total seguridad que sus hijos no beben, no fuman, no tienen novio y son unos santos. Siendo que sus hijos llegan apestando a alcohol cada sábado. Puede que en algunos casos sea verdad, pero como ningún padre puede estar totalmente seguro lo mejor sería callarse.
En esta situación te quedan dos opciones: pensar que el mundo está perdido o consolarte con que tú no has caído en semejantes estupideces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario